A Anna le apareció el
primer hemangioma cuando tenía apenas unos días de vida. Al comienzo
pensé que era una irritación producida por el pañal. Como madre
primeriza, no sabía diferenciar entre una marca roja y otra.
Después de uno o dos días, le aparecieron más manchas rojas
en la zona del pañal. Nunca antes había escuchado la palabra hemangiomas;
y apenas si la pude registrar en mi memoria. Registré el final "oma"; que me
sonaba a algo relacionado con el cáncer, como la melanoma; lo cual me preocupó
inmediatamente.
Ahora, casi tres años después, sé que no tendría que
haberme preocupado. Los hemangiomas (un tipo de mancha de nacimiento) son formaciones
erróneas de vasos sanguíneos que no provocan ningún peligro en
la salud de Anna. El neonatólogo nos dijo que era posible que las manchas se
agrandaran y oscurecieran (más rojas), pero que lo más probable era
que desaparecieran para cuando Anna comenzara el kindergarten.
Después de hablar con amigos y familiares sobre los hemangiomas de Anna,
nos dimos cuenta de que muchos los tuvieron de niños o conocen a alguien que
los tuvo. Aparentemente son muy comunes, ya que ocurren en 1 de cada 100 nacimientos,
y existe un mayor riesgo en los bebés como Anna, que son caucásicos,
mujeres y que han nacido prematuros.
En el hospital
El nacimiento de Anna fue una gran sorpresa. Nació 7 semanas antes de la
fecha de parto. Gozó de buena salud desde el principio, pero tuvo que permanecer
en el hospital durante dos semanas, para madurar, en la unidad de cuidados intensivos
neonatales.
Había cierta preocupación de que el pañal de Anna raspara
el hemangioma y cortara la piel y produjera sangrado o una infección. Pero
como ningún hemangioma estaba cerca de un órgano vital, el riesgo de
complicaciones era muy bajo. De manera que los médicos no recomendaron cirugía
plástica o ningún otro tratamiento. Nos tranquilizó que no fuera
necesario tomar ninguna medida drástica; pensar en tener que hacer una cirugía
en un recién nacido es algo verdaderamente atemorizante.
Cuando a Anna se la dio de alta de la unidad de cuidados intensivos neonatales,
tenía confirmados nueve hemangiomas. El más pequeño tenía
el tamaño del agujero que deja un pinchazo de alfiler, en la espalda; el más
grande abarcaba la parte superior del dedo gordo del pie derecho. Tenían el
aspecto de una ampolla enorme de sangre, y era difícil imaginar que no le causaran
dolor a Anna. Pero nunca dio señales de dolor cuando se los tocaban. Los médicos
nos aseguraron de que no producirían dolor siempre y cuando la piel se mantuviera
intacta.
Se nos recomendó un dermatólogo especializado en pediatría
para controlar a Anna por cualquier complicación posible. El médico
nos explicó que los hemangiomas por lo general crecen rápidamente durante
aproximadamente 12 meses, se desarrollan con el niño durante otro año,
y después retroceden durante los siguientes 5 a 10 años. Además,
mi suegra fue a la biblioteca y encontró información que nos ayudó
a entender mejor qué pasaría en el futuro.
El dermatólogo solicitó una ecografía de la cabeza y el abdomen
de Anna para asegurarse de que no existieran hemangiomas internos. Si bien este estudio
fue indoloro y hasta divertido cuando estuve embarazada, para Anna, un bebé
de cuatro meses, fue simplemente una tortura. Nada de lo que hice pudo tranquilizarla
durante los 20 minutos que duró el procedimiento. Tenía miedo del cuarto
oscuro, del gel y de los extraños que la tocaban. Sin embargo, el estudio nos
dio buenas noticias: no había hemangiomas internos.
El dermatólogo también solicitó análisis de sangre
para descartar la existencia de problemas de tiroides. Nuevamente, este es un procedimiento
muy simple, pero fue una verdadera tortura para Anna. Es difícil localizar
sus venas, por lo tanto la enfermera tuvo que extraer la sangre del talón,
lo cual toma más tiempo y es más doloroso. Por suerte, estos análisis
tampoco mostraron nada inusual.