Cómo se diagnostica
Los médicos suelen diagnosticar la intolerancia a la lactosa mediante una
sencilla prueba de hidrógeno espirado (o prueba del aliento con hidrógeno).
La persona sopla dentro de un tubo para dar una muestra de su aliento, y vuelve a
dar otra muestra después de beber una solución de lactosa o de ingerir
un alimento que contiene lactosa.
Si una persona sufre una intolerancia a la lactosa, la prueba indicará que
su aliento presenta una concentración de hidrógeno y metano superior
a la concentración promedio. Ésto se debe a que la lactosa no digerida
provoca concentraciones más altas de estos gases en el sistema digestivo, lo
que se puede detectar en el aliento.
Puesto que la toma de ciertos alimentos y medicamentos, y la exposición
al humo del tabaco pueden afectar a la precisión de esta prueba, es posible
que el pediatra recomiende tomar algunas precauciones antes de someterse a ella.
Aparte de la prueba de aliento, los pediatras suelen hacer un examen físico
al paciente y analizar sus antecedentes médicos para descartar otras afecciones.
Para diagnosticar la intolerancia a la lactosa, también se pueden hacer
endoscopias, que permiten que el pediatra vea el esófago, el estómago
y parte del intestino delgado utilizando una cámara diminuta. Para hacer la
endoscopia, el pediatra puede administrar al paciente un medicamento para ayudarle
a relajarse y es posible que le ponga un espray en la garganta para dormírsela.
Esto hace que la prueba resulte más cómoda. A la mayoría de los
pacientes se les administra anestesia y están completamente dormidos durante
toda la prueba.
El pediatra introduce un tubo de plástico fino y flexible, llamado endoscopio,
por la garganta del paciente, primero hacia el esófago y luego hacia el estómago.
Una diminuta cámara colocada dentro del endoscopio deja que el pediatra se
fije en las anormalidades en las superficies del esófago y del estómago.
Durante la endoscopia, el pediatra también puede utilizar unas pequeñas
pinzas para extraer una parte de tejido a fin de hacer una biopsia. La biopsia permite
mostrar las lesiones provocadas por el reflujo ácido o por una infección,
ayudando, así, a descartar otros problemas.
Los problemas para digerir la lactosa también pueden ocurrir en personas
que padecen otras enfermedades del tubo digestivo, como la enfermedad
celíaca, una afección en la que el intestino se lesiona debido a
una sensibilidad anormal al gluten (una proteína que se encuentra en el trigo
y otros cereales).
Vivir con una intolerancia a la lactosa
La gravedad de la intolerancia a la lactosa puede variar considerablemente entre
los niños. Debido a que cada caso es distinto, no existe una sola forma de
tratarla. Cada niño debe encontrar las estrategias que le vayan mejor en función
de sus síntomas y de la cantidad de lactasa que fabrique su cuerpo, si es que
la fabrica. Tal vez le ayude el hecho de llevar un diario alimentario para averiguar
cuáles son los alimentos y las bebidas que el sistema digestivo de su hijo
tolera y no tolera.
Existen muchos alimentos, bebidas y complementos digestivos para las personas con
intolerancia a la lactosa (como la leche creada específicamente para quienes
padecen esta enfermedad, que se vende en la mayoría de supermercados). Consulte
al pediatra de su hijo para saber si debería tomar algún suplemento
cuando beba o ingiera ciertos productos lácteos, como gotas o comprimidos que
contengan la enzima lactasa.
Aunque los niños con casos graves de intolerancia a la lactosa deben evitar
todos los productos lácteos, hoy en día los pediatras recomiendan que
la mayoría de ellos consuma algunos productos lácteos para obtener suficiente
calcio, vitamina D y proteínas. Muchos niños pueden tomar pequeñas
cantidades de productos lácteos, que deben ingerir junto con otros alimentos
que no contengan lactosa. Otros pueden tomar uno o dos vasos de leche cada día
sin problemas, sobre todo si lo hacen combinándolos con alimentos no lácteos.
Así mismo, los niños con intolerancia a la lactosa pueden percibir
que otros productos lácteos, como el yogur y los quesos, son más fáciles
de digerir que la leche. La leche sin lactosa también es una forma fantástica
de incorporar el calcio a la dieta de su hijo sin problemas. Los afectados también
pueden tomar un suplemento de la enzima lactasa. Tomarlo antes de ingerir lácteos
ayuda al cuerpo a digerir el azúcar lactosa que se encuentra en los lácteos
y a evitar los síntomas de la intolerancia a la lactosa, como el dolor, los
retortijones, la hinchazón, los gases y la diarrea.
Anime a su hijo a ingerir otros alimentos ricos en calcio que no contengan lactosa,
como el brócoli, la col, la coliflor, el nabo, el salmón, las almendras,
las habas de soja, la fruta deshidratada, el zumo de naranja enriquecido con calcio
y el tofu.
Asimismo, considere la posibilidad de consultar a un dietista o nutricionista titulado
para encontrar alternativas a los productos lácteos y una dieta equilibrada
que proporcione a su hijo los nutrientes esenciales.
Fecha de revisión: enero de 2015