El cerebro y el sistema nervioso
Usted se encuentra en plena reunión de trabajo, pero la cabeza se le va a la reunión
de padres y profesores que tiene esta tarde en el colegio de su hijo..., a que tiene
que pasar por el mecánico a recoger el coche... y que no debería haberse saltado el
almuerzo porque el vacío que siente en el estómago le está empezando a sacar de quicio.
Oye vagamente a su jefe preguntarle algo y, durante uno segundo, se le acelera el
corazón y juguetea nerviosamente con el bolígrafo mientras intenta concentrarse. De
repente, ha vuelto al aquí y ahora, y contesta con seguridad, deseando que nadie se
haya enterado de su breve “desconexión”.
Con las vidas tan caóticas que llevamos hoy en día, es lógico que a veces nos parezca
que nuestro cerebro está siempre activo. Y lo está. El cerebro no solo controla lo
que usted piensa y siente, cómo aprende cosas y luego las recuerda y la forma en que
se mueve y habla, sino también muchas cosas de las que usted es mucho menos consciente
–como el latido de su corazón, la digestión de los alimentos que come e, incluso,
la cantidad de estrés que experimenta. Como usted, su cerebro es una especie de malabarista.
Anatomía del sistema nervioso
Si usted se imagina el cerebro como un ordenador central que controla todas las
funciones del organismo, entonces el sistema nervioso vendría a ser una red que envía
mensajes en ambos sentidos entre el cerebro y las distintas partes del cuerpo. Lo
hace a través de la médula espinal, la cual, partiendo del cerebro, desciende por
la espalda y contiene nervios en su interior, una especie de filamentos que se ramifican
hacia todos los órganos y partes del cuerpo.
Cuando llega un mensaje al cerebro procedente de cualquier lugar del cuerpo, el
cerebro envía a su vez un mensaje a esa parte del cuerpo que le indica cómo debe reaccionar.
Por ejemplo, si usted toca accidentalmente un horno caliente, los nervios de su piel
envían un mensaje de dolor a su cerebro, el cual envía, a su vez, un mensaje a los
músculos de su mano para que la retire. ¡Afortunadamente, esta carrera de relevos
neurológica dura mucho menos que el hecho de leer su descripción!
Teniendo en cuenta todo lo que hace, el cerebro humano es increíblemente pequeño,
pesando solo unos 1.360 g. De todos modos, tiene multitud de pliegues y surcos, que
le proporcionan la superficie adicional que necesita para almacenar toda la información
importante sobre el cuerpo.
La médula espinal, por su parte, es un largo amasijo de tejido nervioso de unos
45 cm. de largo y poco menos de 2 cm. de grosor. Se extiende desde la parte inferior
del cerebro hasta el extremo caudal de la columna vertebral. A lo largo de todo el
recorrido de la médula espinal, los nervios se van ramificando hacia el resto del
cuerpo, lo que se conoce como sistema nervioso periférico.
Tanto el cerebro como la médula espinal están protegidas por tejido óseo: el cerebro
por los huesos del cráneo, y la médula espinal por una serie de huesos entrelazados
en forma de anillo denominados vértebras. Están protegidos y amortiguados por capas
de membranas denominadas meninges, así como por un líquido especial denominado líquido
cefalorraquídeo. Este líquido ayuda a proteger al tejido nervioso, a mantenerlo sano
y a eliminar sus productos de desecho.
El cerebro está compuesto por tres grandes partes: el cerebro anterior, el cerebro
medio o mesencéfalo y el cerebro posterior.
El cerebro anterior
El cerebro anterior es la parte más voluminosa y compleja del cerebro humano. Está
formado por el telencéfalo -el área con todos los pliegues y surcos que se reproduce
típicamente en las ilustraciones sobre el cerebro- así como por otras estructuras
subyacentes.
El telencéfalo contiene la información que, esencialmente, nos convierte en lo
que somos: la inteligencia, la memoria, la personalidad, la emoción, el habla y la
capacidad de sentir y movernos. Áreas específicas del telencéfalo se encargan de procesar
diferentes tipos de información. Se denominan lóbulos, y el cerebro consta de cuatro
lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital.
El telencéfalo se divide en dos mitades, denominadas hemisferio derecho y hemisferio
izquierdo, que están conectadas por la parte central mediante un haz de fibras nerviosas
(el cuerpo calloso) que les permite intercambiar información. Aunque, a simple vista,
ambas mitades pueden parecer como una imagen y su reflejo, muchos científicos creen
que tienen funciones diferentes. El hemisferio izquierdo se considera la mitad lógica,
analítica y objetiva, mientras que el derecho se considera más intuitivo, creativo
y subjetivo. O sea que, cuando usted hace un balance de gastos, utiliza el hemisferio
izquierdo; mientras que, cuando escucha música, utiliza el derecho. Se cree que en
algunas personas predomina el hemisferio izquierdo, mientras que en otras lo hace
el derecho y en otras no predomina ningún hemisferio sino que utilizan ambos hemisferios
en la misma medida.
La capa más externa del telencéfalo se denomina cortex o corteza cerebral (también
conocida como "materia gris"). La información recogida por los cinco sentidos llega
a la corteza cerebral a través de la médula espinal. Seguidamente esta información
es enviada a otras partes del sistema nervioso para su ulterior procesamiento. Por
ejemplo, cuando usted toca un horno caliente, esa información no solo es procesada
por el sistema nervioso para que usted mueva la mano, sino que también va a otras
partes del cerebro para ayudarle a recordar que no debe volver a tocar un horno caliente
en el futuro.
En la parte interna del cerebro anterior se encuentra el tálamo, el hipotálamo
y la hipófisis. El tálamo viene a ser una “estación de relevo” encargada
de enviar los mensajes procedentes de los órganos sensoriales, como los ojos, las
orejas y los dedos, al córtex. El hipotálamo controla el pulso, la sed, el hambre,
los patrones de sueño y otros procesos corporales que ocurren en el organismo automáticamente.
También controla la hipófisis, una glándula que fabrica hormonas, las cuales controlan
el crecimiento, el metabolismo, el equilibrio mineral y del agua, la maduración sexual
y la respuesta al estrés.
El cerebro medio
El cerebro medio o mesencéfalo, está situado debajo de la parte central del cerebro
anterior. Actúa como un maestro de ceremonias, coordinando todos los mensajes que
llegan al cerebro procedentes de la médula espinal y los que salen de él.
El cerebro posterior
El cerebro posterior se encuentra debajo de la parte posterior del telencéfalo,
y abarca el cerebelo, el puente y el bulbo raquideo. El cerebelo –también denominado
el "pequeño cerebro" porque parece una versión a pequeña escala del cerebro- se encarga
del equilibrio, el movimiento y la coordinación.
El puente y la médula oblonga, junto con el cerebro medio, se suelen conocer como
“tronco cerebral”. El tronco cerebral recibe, envía y coordina todos los
mensajes cerebrales. También controla muchas de las funciones corporales automáticas,
como la respiración, la frecuencia cardiaca, la presión sanguínea, la conducta de
tragar, la digestión y el parpadeo.
¿Cómo funciona el sistema nervioso?
El funcionamiento básico del sistema nervioso depende en gran medida de multitud
de células diminutas denominadas neuronas. El cerebro tiene millones de esas células,
que están especializadas en muchos tipos distintos de funciones. Por ejemplo, las
neuronas sensoriales captan información de los ojos, los oídos, la nariz, la lengua
y la piel y la envían al cerebro. Las neuronas motoras reciben información procedente
del cerebro e indican a las distintas partes del cuerpo cuándo deben moverse. Todas
las neuronas del cuerpo trasmiten información entre sí a través de complejos procesos
electroquímicos, estableciendo conexiones entre sí que afectan a la forma en que pensamos,
aprendemos, nos movemos y nos comportamos.
Inteligencia, aprendizaje y memoria.
En el momento del nacimiento, nuestro sistema nervioso contiene la máxima cantidad
de neuronas que tendremos en nuestra vida, pero muchas de ellas no están conectadas
entre sí. A medida que crecemos y aprendemos cosas, la información se trasmite de
una neurona a otra una y otra vez, creando conexiones o vías nerviosas en el cerebro.
Por eso el hecho de conducir requería toda su concentración cuando se sacó el carné
de conducir, pero ahora lo tiene automatizado: la conexión ya está establecida.
En los niños pequeños el cerebro es sumamente adaptable y flexible; de hecho, cuando
una parte del cerebro de un niño se lesiona, a menudo otra parte pasa a desempeñar,
por mecanismos compensatorios, parte de las funciones perdidas. Pero, a medida que
nos hacemos mayores, al cerebro cada vez le cuesta más establecer nuevas conexiones
o redes neuronales, lo que determina que nos resulte más difícil aprender tareas nuevas
o cambiar pautas de conducta establecidas. Por eso muchos científicos consideran que
es importante seguir planteándole retos a nuestro cerebro, proponiéndonos nuevos aprendizajes
y estableciendo nuevas conexiones, pues es la mejor forma de mantener activo al cerebro
durante todo el ciclo vital. La memoria es otra función compleja del cerebro. Las
cosas que hemos hecho, aprendido y visto se procesan primero en la corteza y luego,
si esa información es lo suficientemente importante para recordarla permanentemente,
se envía a otras partes del cerebro (como el hipocampo y la amígdala) para retenerla
en la memoria a largo plazo. Conforme estos mensajes viajan por el cerebro, también
crean conexiones y redes neuronales que actúan como base de la memoria.
Movimiento. Distintas partes del telencéfalo se encargan de mover
distintas partes de cuerpo. El hemisferio cerebral izquierdo controla los movimientos
del lado derecho del cuerpo, y viceversa. Cuando usted aprieta el acelerador de su
coche con el pie derecho, por ejemplo, es el hemisferio cerebral izquierdo el que
está enviando el mensaje que le permite hacerlo.
Funciones corporales básicas Una parte del sistema nervioso periférico,
denominada sistema nervioso autónomo, es la que se encarga de controlar muchos de
los procesos corporales en los que casi nunca necesitamos pensar, como la respiración,
la digestión, la transpiración y el escalofrio. El sistema nervioso autónomo está
compuesto por dos subsistemas: el sistema nervioso simpático y el parasimpático.
El sistema nervioso simpático prepara al organismo para las respuestas rápidas
en situaciones de estrés, como cuando una persona presencia un atraco a mano armada.
Cuando ocurre algo que entraña un peligro, el sistema nervioso simpático hace que
el corazón bombee más deprisa para que envíe más sangre a las distintas partes del
cuerpo que podrían necesitarla. También provoca que las glándulas suprarrenales, que
deben su nombre a que están encima de los riñones, liberen adrenalina, una hormona
que ayuda a proporcionar una fuerza adicional a los músculos para una huída rápida.
Este proceso se denomina respuesta de "lucha o huída".
El sistema nervioso parasimpático hace justamente lo contrario: prepara al cuerpo
para el descanso. También desencadena en el sistema digestivo los movimientos necesarios
para digerir la comida a fin de que nuestro organismo pueda asimilar eficazmente los
nutrientes que contienen los alimentos que ingerimos.
Los sentidos
Ver el rostro de su pareja al final de un día ajetreado puede ser un gran alivio
para sus cansados ojos -pero, si no tuviera cerebro, usted ni siquiera reconocería
ese rostro. La pizza Primavera que se comerá a la hora de la cena, seguro que estará
deliciosa –pero, sin no tuviera cerebro, sus papilas gustativa no le podrían
indicar si se está comiendo una pizza o la caja de cartón que la contiene. Ningún
órgano sensorial tendría utilidad sin el procesamiento de la información sensorial
que tiene lugar en el cerebro.
- Vista. Probablemente la vista nos dice muchas más cosas sobre
el mundo que cualquier otro sentido. La luz que entra en el ojo proyecta una imagen
invertida en la retina. La retina transforma la luz en señales nerviosas y las envía
al cerebro, el cual invierte la imagen para que la veamos del derecho y nos dice qué
es lo que estamos viendo.
- Oído. Todos los sonidos que oímos son el resultado de ondas sonoras
que nos entran por los oídos y nos provocan vibraciones en el tímpano. Esas vibraciones
son transferidas a lo largo de la cadena de huesecillos del oído medio y transformadas
en señales nerviosas. Seguidamente la corteza cerebral procesa esas señales y nos
dice qué estamos oyendo.
- Gusto. La lengua contiene grupitos de células sensoriales denominadas
papilas gustativas que reaccionan a las sustancias químicas que hay en los alimentos.
Las papilas gustativas reaccionan a los sabores dulce, ácido, salado y amargo. Las
papilas gustativas envían mensajes a las áreas de la corteza cerebral encargadas de
procesar el sabor.
- Olfato. Las células olfativas de las mucosas que recubren el
interior de las ventanas nasales reaccionan a las sustancias químicas que inhalamos
y envían mensajes al cerebro a través de nervios específicos. Según los expertos,
el cerebro es capaz de distinguir entre más de 10.000 olores diferentes. Con una sensibilidad
tan desarrollada, no es de extrañar que los investigadores sugieran que los olores
están íntimamente ligados a los recuerdos.
- Tacto. La piel contiene más de 4 millones de receptores sensoriales
–mayoritariamente concentrados en los dedos, la lengua y los labios- que recogen
información relacionada con el tacto, la presión, la temperatura y el dolor, y la
envían al cerebro para que la procese y reaccione en consonancia.
Problemas que pueden surgir en el cerebro
Puesto que el cerebro lo controla todo, cuando hay algún problema en el cerebro,
suele ser grave y puede afectar a muchas partes diferentes del cuerpo. Las enfermedades
hereditarias, los trastornos cerebrales asociados a enfermedades mentales y los traumatismos
craneoencefálicos pueden afectar al modo en que funciona el cerebro y alterar las
actividades diarias de las demás partes del cuerpo. Los problemas que pueden afectar
al cerebro incluyen:
Tumores cerebrales. Un tumor es una masa provocada por un crecimiento
anómalo de tejido. Un tumor cerebral puede crecer muy lentamente produciendo muy pocos
síntomas hasta alcanzar un tamaño considerable, o puede crecer y extenderse rápidamente,
provocando síntomas graves y un rápido empeoramiento. Los tumores cerebrales pueden
ser benignos o malignos. Los tumores benignos generalmente se limitan a áreas muy
concretas del cerebro y se pueden curar mediante una intervención quirúrgica si están
ubicados en lugares donde pueden extirparse sin dañar los tejidos adyacentes. Un tumor
maligno es canceroso y tiene más probabilidades de crecer y extenderse.
Parálisis cerebral. La parálisis cerebral es el resultado de un
defecto en el desarrollo o de una lesión cerebral previa al nacimiento o que se produce
durante el parto. Afecta a las áreas motoras del cerebro. Una persona con parálisis
cerebral puede tener una inteligencia normal o presentar graves retrasos del desarrollo
o una deficiencia mental. La parálisis cerebral puede afectar a los movimientos corporales
de muchas maneras diferentes. En los casos más leves, solo se asocia a una leve debilidad
en los músculos de las extremidades. En otros casos, puede haber mayor deterioro motor
–un niño puede tener problemas para hablar y para realizar movimientos básicos,
como andar.
Epilepsia. Esta afección engloba un amplio abanico de trastornos
convulsivos. Las convulsiones parciales solo afectan a áreas específicas del cerebro,
y los síntomas varían dependiendo de la ubicación del foco epiléptico. Otras convulsiones,
denominadas crisis generalizadas, afectan a una parte más extensa del cerebro y, cuando
ocurren, generalmente provocan movimientos descontrolados de todo el cuerpo y pérdida
de conciencia. Aunque en muchos casos se desconoce la causa específica, la epilepsia
puede asociarse a lesiones, tumores o infecciones cerebrales. La tendencia a desarrollar
epilepsia puede estar acentuada en ciertas familias.
Dolor de cabeza. De los muchos tipos de dolores de cabeza existentes,
los más frecuentes son la cefalea tensional (el más común de todos), provocada por
la tensión muscular acumulada en la cabeza, el cuello y los hombros; la migraña, un
dolor de cabeza fuerte y recurrente de causa poco clara; y la cefalea en brotes, que
algunos consideran un subtipo de migraña. Las migrañas aparecen con o sin previo aviso
y pueden durar varias horas o días. Parece haber una predisposición hereditaria a
padecer migraña así como ciertos desencadenantes que la pueden provocar. Las personas
que tienen migrañas pueden experimentar mareos, entumecimientos, sensibilidad a la
luz (fotofobia) y náuseas, así como ver líneas zigzagueantes.
Meningitis y encefalitis. Generalmente se trata de infecciones
que afectan al cerebro y a la médula espinal provocadas por bacterias o virus. La
meningitis es una inflamación de las capas que recubren el cerebro y la médula espinal,
y la encefalitis, una inflamación del tejido cerebral. Ambos trastornos pueden provocar
lesiones permanentes en el cerebro.
Enfermedad mental. Las enfermedades mentales tienen una naturaleza
tanto psicológica como conductual, e incluyen una amplia variedad de problemas en
el pensamiento y en la función. Actualmente se sabe que algunas enfermedades mentales
se asocian a anomalías estructurales o disfunciones químicas cerebrales. Algunas enfermedades
mentales se heredan, pero a menudo se desconoce su causa. Las lesiones cerebrales
y el abuso de las drogas y el alcohol también pueden desencadenar algunas enfermedades
mentales. Los síntomas de las enfermedades mentales crónicas, como el trastorno bipolar
o la esquizofrenia, pueden empezar a manifestarse durante la infancia. Las enfermedades
mentales que se pueden diagnosticar en la población infantil incluyen la depresión,
los trastornos del apetito como la bulimia o la anorexia nerviosa, el trastorno obsesivo-compulsivo
y las fobias.
Traumatismos craneoencefálicos. Los traumatismos craneoencefálicos
se dividen en dos categorías: externos (generalmente afectan al cuero cabelludo) e
internos. Los traumatismos craneoencefálicos internos pueden afectar al cráneo, los
vasos sanguíneos que hay en su interior o el tejido cerebral propiamente dicho. Afortunadamente,
la mayoría de los niños que sufren caídas o se dan golpes en la cabeza solamente se
lesionan el cuero cabelludo, lo que suele ser más aparatoso que peligroso. Un traumatismo
craneoencefálico interno puede tener implicaciones más graves porque el cráneo actúa
a modo de casco protector del delicado tejido cerebral.
Las conmociones cerebrales también son un tipo de traumatismo craneoencefálico
interno. Consisten en la pérdida temporal de la función cerebral a consecuencia de
un traumatismo. Las conmociones cerebrales repetidas pueden acabar provocando lesiones
permanentes en el cerebro. Uno de los contextos en que los niños sufren más conmociones
cerebrales es el deporte, de modo que es importante asegurarse de que su hijo lleva
la indumentaria y protecciones apropiadas cuando practique deporte, y que abandone
el partido cuando sufra un traumatismo craneoencefálico.
Fecha de revisión: julio de 2015
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