Levantarte con la garganta tan irritada que te duele muchísimo al tragar.
Doblarte un dedo durante el entrenamiento de baloncesto. Jugar a videojuegos durante
tanto rato seguido que te empieza a doler la muñeca. Estas situaciones son
diferentes, pero todas tienen una cosa en común: te hacen decir "¡huy,
qué dolor!"
Cuando tu cuerpo recibe algún tipo de lesión o hay algo que no acaba
de funcionar bien, los nervios (las células que ayudan al
organismo a enviar y recibir información) envían millones de mensajes
al cerebro sobre qué es lo que está pasando. Y el cerebro te hace sentir
el dolor. De modo que, si tocas un horno que está muy caliente, tus nervios
se pondrán en contacto con tu cerebro y este último enviará rápidamente
el mensaje de que te duele la mano. Tú recibirás ese mensaje y retirarás
enseguida la mano del horno, lo que impedirá que te lesiones más.
Los humanos no venimos equipados con luces de aviso, como las del salpicadero de
los coches, que se encienden para indicar al conductor que queda poco aceite o poca
gasolina en el coche. Necesitamos la sensación del dolor para saber que nuestro
cuerpo necesita cuidados adicionales. El dolor es una señal muy importante.
Cuando experimentamos dolor, prestamos atención a nuestro cuerpo y tomamos
los pasos necesarios para "arreglar" lo que nos duele. El dolor también impide
que nos lesionemos todavía más una parte del cuerpo. Si el hecho de
andar con una pierna rota no doliera, la persona la seguiría utilizando y se
lesionaría todavía más. Si te duele mucho la garganta, probablemente
irás al médico, quien te trataría la infección en el caso
de que padecieras una.
Los médicos y otros profesionales de la salud utilizan el dolor de una persona
como una pista para averiguar qué le puede estar sucediendo o qué es
lo que le funciona mal. Lo primera pregunta que te harán probablemente será:
"¿Cuánto te duele?" o "¿Cuánto dolor tienes?" A menudo
el personal de enfermería te mostrará varias caras provistas de sonrisas
o lágrimas para que elijas la que se adapte mejor a cómo te sientes.
Esto ayudará al médico o enfermero a saber cuánto te duele.
He aquí algunas preguntas más que te podría hacer el médico
o enfermero sobre tu dolor:
- ¿Dónde te duele?
- ¿Te duele todo el rato?
- ¿Cuándo te ha empezado a doler?
- ¿El dolor está fijo en un punto o lugar o se desplaza?
- ¿Hay algo que te alivie el dolor?
- ¿Y algo que lo empeore?
Te formularán este tipo de preguntas porque quieren lo mismo que tú:
¡que te desparezca el dolor! Si el dolor no se alivia solo, lo más habitual
es que el médico sugiera un medicamento u otro tratamiento que te ayude a encontrarte
mejor hasta que te desparezca completamente el dolor.