La primera visita
Muchos estados (aunque no todos) requieren una derivación de tu médico
para que un fisioterapeuta pueda evaluarte y tratarte. Si tienes menos de 18 años
de edad y vas a un hospital o una clínica, es conveniente que la primera vez
vayas acompañado de uno de tus padres o un tutor. No solo contarás con
su apoyo y tendrás alguien con quien hablar acerca de tu experiencia, sino
que contarás con alguien que puede ayudarte a hacer los ejercicios en tu casa;
¡y tal vez te dé un empujón cuando no estés motivado!
Lo más probable es que visites al fisioterapeuta en una clínica o
un consultorio. Pero algunos fisioterapeutas trabajan en las escuelas, ayudando a
los estudiantes con lesiones, discapacidades o afecciones crónicas (a largo
plazo). Cuando vayas a las citas de terapia física, intenta llevar vestimenta
holgada y calzado deportivo para que el profesional pueda medir correctamente tu fuerza
y tu amplitud de movimiento. Si tienes un problema en la rodilla, es conveniente que
lleves pantalones cortos a la visita.
Durante la primera visita, el fisioterapeuta evaluará tus necesidades y
tal vez te pregunte cómo te sientes, si tienes dolor y qué nivel de
dolor sientes en una escala del 0 al 10. Es importante que seas totalmente honesto
con el fisioterapeuta para que pueda tratar adecuadamente tu afección.
Con los resultados del examen y las recomendaciones de tu médico, el fisioterapeuta
creará un plan de tratamiento. En muchos casos, el fisioterapeuta comenzará
el tratamiento durante la primera visita e incluso te dará ejercicios para
que hagas en el hogar.
Probablemente, el fisioterapeuta te pida que hagas estos ejercicios mientras estás
en el consultorio para asegurarse de que sepas cómo hacerlos cuando estés
solo. Muchos fisioterapeutas les dan a los pacientes un papel con ejercicios por escrito
para que recuerden qué deben hacer y en qué orden (si esto es importante).
Asegúrate de respetar el plan; el mayor beneficio de la terapia física
se obtiene con las rutinas que los pacientes hacen en su hogar.
No tengas miedo de pedir una explicación si no comprendes bien un ejercicio
que debes hacer en tu casa. Es fácil sentirse confundido o abrumado por la
cantidad de información durante una primera sesión de tratamiento; muchas
personas (incluso los adultos) se sienten de este modo.
Habla con el fisioterapeuta sobre el modo en que se deben sentir los ejercicios;
por ejemplo, si es normal que sientas un poco de dolor o sensaciones fuera de lo común,
y si debes dejar de hacer el ejercicio si esto ocurre.
A algunas personas les gusta llevar un registro de su avance durante la fisioterapia
y toman notas de la frecuencia con la que hacen los ejercicios, cómo se sienten
y qué sensaciones cambian. Esto te ayudará tanto a ti como al fisioterapeuta
para monitorear tu tratamiento.
Visitas continuas
Cada sesión de terapia física suele durar entre 30 y 60 minutos,
y se hace de una a varias veces por semana, según el motivo por el que la persona
recibe terapia. A medida que avances, es posible que se modifique la duración
y la frecuencia de las visitas. Aprenderás nuevas técnicas que te ayudarán
a continuar sanando.
En los consultorios grandes, tal vez veas a diferentes fisioterapeutas durante
el transcurso de tu tratamiento. Si ves una cara nueva, no te preocupes, pero asegúrate
de que el fisioterapeuta que está trabajando contigo conozca tu afección
y de sentirte cómodo haciéndole preguntas a los terapeutas. Recuerda:
Si no te agrada el tratamiento o si algo no parece estar bien, di lo que piensas.
Si bien el objetivo a largo plazo es aliviar el dolor y recuperarte, la terapia
física en sí misma no siempre se siente bien. Según la lesión,
es posible que te sientas incómodo o que no estés acostumbrado a mover
esa parte del cuerpo. Es importante que respetes la rutina y que respires, seas amable
contigo mismo y le pidas a tu fisioterapeuta que te dé otros consejos para
mejorar. También es importante que no te exijas demasiado ni exageres.
Si sientes dolor, asegúrate de hablar con tu fisioterapeuta. No es conveniente
que abordes la terapia física pensando que debes sentir dolor para obtener
resultados. El dolor es una señal de advertencia y si te esfuerzas a pesar
de sentir mucho dolor, es posible que te provoques más daños.
Otras cosas que debes tener en cuenta
Algunos pasos sencillos pueden ayudarte a lograr que tu tratamiento de fisioterapia
sea un éxito:
- Respeta el plan al pie de la letra. Es importante que sigas las
instrucciones del fisioterapeuta. Haz los ejercicios en casa respetando la cantidad,
el orden y la frecuencia que te indicaron. No te saltes ninguno y no hagas ejercicios
adicionales; si sigues las instrucciones, te curarás más rápido
y podrás retomar tus actividades. Pero si un ejercicio específico te
hace sentir peor, déjalo un momento y habla con tu fisioterapeuta.
- Conoce tu cuerpo. Saber qué está ocurriendo y por
qué es de gran ayuda. Haz preguntas y presta atención cuando el fisioterapeuta
te explique la lesión y el tratamiento. Probablemente te asombre la forma en
que el cuerpo se cura a sí mismo. Y querrás saber cómo funciona
la zona afectada para poder detectar problemas o evitar más lesiones en el
futuro.
- Habla con tu fisioterapeuta si tienes problemas. Si algo te provoca
dolor, si tienes preguntas o si no estás avanzando todo lo que quisieras: pregunta.
El fisioterapeuta está allí para ayudarte.
- Celebra tus éxitos. Cuando sigas el plan, debes comenzar
a ver una diferencia en unas pocas semanas o meses. Recuperarse de cirugías
más graves puede llevar varios meses o un año, pero a lo largo del camino
habrá metas intermedias. Tómate un momento para apreciar la diferencia
desde el momento en que comenzaste la terapia. A veces, la recuperación puede
resultar frustrante y lenta; pero es útil detenerse y disfrutar de los éxitos,
sin importar lo insignificantes que puedan parecer.
Fecha de revisión: febrero de 2017