¿Te estás preguntando a ti mismo: “¿por qué a
mí?” Acostumbrarse a vivir con una diabetes puede ser un desafío,
y esto es verdad tanto si te la acaban de diagnosticar como si ya llevas un tiempo
viviendo con esta enfermedad.
Si te la acaban de diagnosticar
Cuando una persona se entera de que es diabética, se puede poner nerviosa
por tener que pincharse y hacerse pruebas médicas cada día, y asustarse
por cómo afectará la diabetes a su salud en el futuro.
Al principio, casi todo el mundo cree que nunca será capaz de medirse la
concentración de azúcar en sangre ni de inyectarse la insulina que necesita
para mantenerse sano. Pero, después de conversar con sus médicos y de
aprender sobre la diabetes, este tipo de cosas dejan de verse como una montaña.
Con el tiempo, las inyecciones y las mediciones se acaban convirtiendo en algo como
lavarse los dientes o ducharse: una rutina cotidiana más para mantenerse sano.
Y, a la larga, algunas personas hasta se llegan a sentir orgullosas de poder hacer
todo cuanto necesitan para controlar su diabetes por sí solas.
Es completamente normal que la gente con diabetes se sienta triste, enfadada,
confundida, preocupada, sola, avergonzada y hasta celosa de las personas que no padecen
esta afección.
Cómo afrontar tus emociones
He aquí algunas cosas que puedes hacer para afrontar la cara emocional
de la diabetes:
Ábrete a la gente en quien confías. Si estás
triste, enfadado, avergonzado o preocupado, explícaselo a un buen amigo, a
uno de tus padres o a tu médico. Al principio, te puede costar bastante dar
el primer paso y es posible que te resulte difícil encontrar las palabras adecuadas.
Intenta dar nombre a tus emociones e intenta expresar qué es lo que ha hecho
que te sientas así. Muchas veces, el simple hecho de explicárselo a
alguien dispuesto a escucharte y a entenderte puede aliviar una emoción fuerte
y ayudarte a superarla. Convierte en un hábito regular el hecho de hablar sobre
lo que estás viviendo con una persona cercana. Y, conforme vaya pasando el
tiempo, asegúrate de fijarte también en tus emociones positivas y de
hablar sobre ellas. Con el tiempo, es posible que te des cuenta de que estás
más tranquilo y más seguro de ti mismo, o de que estás orgulloso
de todo lo que estás aprendiendo a hacer.
Pide más apoyo si lo necesitas. Si lo estás pasando
muy mal o si crees que podrías estar deprimido,
cuéntaselo a un adulto. (Algunos de los signos de que lo que te ocurre podría
ser debido a una depresión son pasarse todo el día comiendo o durmiendo
o bien hacer todo lo contrario, así como estar triste o enfadado durante largos
periodos de tiempo.) A veces, la gente necesita el apoyo de un psicólogo o
de otro profesional de la salud mental. Tu médico, uno de tus padres u otro
adulto de confianza te puede poner en contacto con un profesional de la salud mental
que trabaje con adolescentes con diabetes. Pide todo el apoyo que necesitas y que
mereces.
Aprende a cuidar de ti mismo. Si te cuidas bien y controlas bien
tu diabetes, lo más probable es que te encuentres mal menos a menudo que antes,
que necesites ponerte menos inyecciones extra de insulina y hacerte menos mediciones
de azúcar en sangre y que puedas practicar las mismas actividades que todo
el mundo. Cuando te encuentres lo bastante bien como para hacer ejercicio (el ejercicio
es muy bueno para levantar el ánimo), todavía te encontrarás
mejor.
Si estás preparado para asumir la responsabilidad de controlar tus concentraciones
de azúcar en sangre, ajustando e inyectándote las inyecciones de
insulina y preparándote las comidas y los tentempiés, habla con tus
padres y con tu médico sobre cómo puedes empezar a hacer estos cambios.
De nuevo, el hecho de responsabilizarte de estas tareas de carácter práctico
te puede trasmitir la sensación de que controlas y dominas tu diabetes. Hasta
es posible que te sientas orgulloso y hasta positivamente sorprendido de estar haciendo
cosas que antes te sentías incapaz de hacer.
Informa a tus maestros sobre tu diabetes. Explicar a tus maestros
que padeces una diabetes puede facilitarte un poco las cosas en la escuela; por ejemplo,
puedes explicarle a tu maestro cuándo necesitas medir tu concentración
de azúcar en sangre o tomarte un tentempié cada día. De este
modo, podrás salir de la clase sin tener que pedirle permiso. Al saber que
padeces diabetes, tu maestro también podrá estar pendiente de los síntomas
de posibles problemas relacionados con la diabetes y podrá pedir ayuda médica
en caso necesario.
Si no sabes cómo iniciar la conversación o cómo sacar el tema,
pide a tu médico que te haga una nota donde aparezcan los aspectos fundamentales
sobre los que debería estar informado tu maestro. Con ella, te resultará
más fácil iniciar la conversación.
Organízate bien. Si padeces una diabetes, tendrás
que estar pendiente de un montón de cosas. ¿Qué dosis de insulina
te has inyectado esta mañana? ¿Qué has comido en la escuela?
¿Te has acordado de llevarte los medicamentos? Si te sabes organizar, te sentirás
menos preocupado por cómo la diabetes puede repercutir sobre tu salud. Cada
noche, haz una comprobación para asegurarte de que llevas en la mochila los
tentempiés y los medicamentos que necesitarás para el día siguiente.
Así, empezarás a sentirte preparado y responsable del control de tu
diabetes.
Céntrate en tus puntos fuertes. Es fácil dejarse
llevar por todos los aspectos negativos en que la diabetes afecta a tu mundo. Si sientes
que la diabetes se está adueñando de tu vida, te puede ayudar mucho
el hecho de poner por escrito tus puntos fuertes y todo lo que te gusta hacer. ¿Quién
eres? ¿Eres un ávido lector, un buen jugador de hockey, un amante de
la música, un genio de las matemáticas, un campeón en ortografía?
La diabetes solo es una pequeña parte de quien eres tú. No pierdas de
vista tus sueños ni tus esperanzas, y busca tiempo para la gente y las cosas
que te hacen disfrutar.
Sigue tu plan de control de la diabetes al pie de la letra. Mucha
gente con diabetes se cansa de seguir su plan para controlar la diabetes de tanto
en tanto. Y a veces la gente que ha aprendido a controlar su enfermedad se siente
tan sana y tan fuerte que se pregunta si necesita seguir con ese plan. Pero saltarte
la medicación, no seguir tu plan de alimentación o dejar de medirte
la concentración de azúcar en sangre cuando te toca pueden tener unos
resultados desastrosos. Si sientes que quieres tirar la toalla, habla con tu médico.
Los dos juntos podrán encontrar soluciones que se adapten a tu forma de vida
y que, al mismo tiempo, te ayuden a mantenerte sano.
Tómate el tiempo que necesites. Tus sentimientos sobre
la diabetes irán cambiando con el paso del tiempo; es posible que hoy te preocupe
tu futuro y que te sientas distinto de tus amigos, pero tal vez el año que
viene te preguntes cómo podías estar tan preocupado. Cuando aprendas
a controlar la diabetes por ti mismo y adoptes un papel más activo en el cuidado
de tu salud, encontrarás un poco más fácil afrontar los altibajos
emocionales que acompañan a esta enfermedad.