La infección por citomegalovirus (CMV), un miembro de la familia de los virus del herpes, es muy frecuente. Según los datos de que disponen los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de EE.UU., entre el 50% y el 80% de los estadounidenses de 40 años han padecido una infección por CMV.
Los niños se suelen infectan con este virus durante la primera infancia, sobre todo aquellos que van a guarderías, jardines de infancia u otro tipo de centros de preescolar. La infección por CMV muy pocas veces es grave en las personas que, salvo por el hecho de haber contraído la infección, están sanas; generalmente solo provoca síntomas leves, en el caso de provocar alguno. Cuando aparecen síntomas, son parecidos a los de la mononucleosis y solo duran unas pocas semanas.
El CMV representa un problema sobre todo en determinados grupos de personas de alto riesgo, incluyendo:
- bebés cuyas madres se infectan durante el embarazo
- niños o adultos cuyos sistemas inmunitarios han sido debilitados por una enfermedad o tratamiento farmacológico, como los receptores de transplantes de órganos o las personas infectadas por el VIH.
Una vez una persona contrae una infección por CMV, el virus suele permanecer en su cuerpo en estado latente (o inactivo), pero se puede reactivar. Es más probable que el virus se reactive –y provoque una enfermedad grave– en aquellas personas cuyo sistema inmunitario está debilitado por alguna enfermedad.
Síntomas de la infección por CMV
Los síntomas de infección por CMV varían en función de la edad y del estado de salud de la persona infectada y de cómo se haya producido la infección.
Los bebés que nacen infectados generalmente no presentan síntomas de infección por CMV tras el nacimiento, aunque algunos de estos bebés pueden desarrollar problemas auditivos, visuales, neurológicos y evolutivos con el tiempo. En una cantidad reducida de casos, aparecen síntomas desde el nacimiento, los cuales pueden incluir: parto prematuro, tamaño reducido para la edad gestacional, ictericia, hígado y bazo engrosados, microcefalia (cabeza pequeña), convulsiones, erupciones y dificultades para comer. Estos bebés también corren más riesgo de desarrollar problemas auditivos, visuales, neurológicos y evolutivos.
Los recién nacidos también pueden infectarse con el CMV durante o poco después del parto, al atravesar el canal del parto de una madre infectada, al alimentarse con la leche materna de una madre infectada o al recibir una transfusión de sangre donada por una persona infectada. La mayoría de estos bebés no presentan síntomas de infección por CMV, pero un porcentaje reducido de ellos puede desarrollar neumonía u otros síntomas. Los bebés prematuros o los que nacen a término con alguna enfermedad que se infectan poco después de nacer también tienen un riesgo elevado de padecer problemas neurológicos y evolutivos con el tiempo.
A pesar de que las infecciones por CMV que se contraen durante la infancia después del período neonatal no suelen provocar enfermedades importantes ni síntomas graves, algunos bebés y niños pequeños infectados pueden desarrollar neumonía, hepatitis (inflamación del hígado), o erupciones cutáneas.
Los niños mayores o los adolescentes que contraen la infección por CMV pueden presentar síntomas similares a los de las mononucleosis, incluyendo fatiga, dolores musculares, dolor de cabeza, fiebre e hígado y bazo engrosados. Estos síntomas suelen ser leves y generalmente duran solo entre dos y tres semanas.
En las personas que han recibido transplantes de órganos o con sistemas inmunitarios debilitados, el CMV puede provocar infecciones graves. En las personas con SIDA o VIH, la infección por CMV puede afectar a los pulmones, el sistema nervioso, el tubo digestivo y los ojos, pudiendo provocar ceguera.